martes, 24 de mayo de 2011

Cruel en el cartel

afiche estenssoro

Un tipo de anteojos ahumados y casita en Nordelta convenció a Fernando De la Rúa de que debía convertir en virtud aquello que se le endilgaba livianamente. Así nació el famoso “Dicen que soy aburrido”. Slogan que ayudó a perpetrar una de las mayores estafas masivas después de los “Sea-monkeys”.

Convirtamos tu defecto en virtud, parece ser un axioma recurrente por parte de los tipos que diseñan candidatos. Aunque nadie logró llevarla al paroxismo humorístico como la aspirante María Eugenia Estenssoro, quien desde afiches gigantescos nos confiesa “Tengo un sueño entre ceja y ceja…” La risa me impide siempre leer el resto de la frase. Aunque sospecho que debe ser un sueño minúsculo: justamente, no parece haber mucho lugar entre una y otra ceja de Estenssoro.

A esta triste senda del autoflagelo promocional hay que sumarle la campaña de la candidata Giudici, quien aparece en las calles con su rostro de eterna insatisfacción electoral asegurando que “hay que cambiarle la cara a la ciudad”. Cosa que uno imagina más sencillo que cambiársela a ella, claro. La empleada del mes de los grupos concentrados de la comunicación salió a la cancha con ese triste afiche y la esperanza torpe de que el centimetraje periodístico se traduce automáticamente en votos.

No son las únicas víctimas del marketing político. Más allá, López Murphy creyó simpático asumir en público el apodo de bulldog. Ignorando que se lo había ganado por su absoluta carencia de onda. Más acá, Castrilli decidió banalizarse a si mismo anunciando que le sacaría “tarjeta roja” al paco, a los piquetes y a lo que se le cruce. Un hombre devorado por su caricatura.

Se asegura que estas iniciativas han sido planificadas por expertos. Pero, ¿En qué son expertos estos expertos? ¿En pensar estrategias para vender un candidato o en urdir estratagemas para convencer al candidato de que les pague una fortuna por su ideita? No sabemos si consiguen persuadir a los votantes, pero si lograron convencer al que firma los cheques, la capacidad de persuasión de estos tipos es única. Del otro lado, hay sujetos casi huecos, dispuestos a llenarse su enorme vacío conceptual con las consignas que les recomiende el último focus group. Muñecos vacilantes, rara mezcla de ambición pertinaz con una inseguridad conmovedora.

Sólo eso explica que hayan convencido a Macri de que su partido con nombre de cepillo de dientes saliera de campaña con una frase típica de felpudo. ¿O dónde leyeron ustedes antes el lema “sos bienvenido”? Los genios que cambian sus autos vendiéndoles ideas al macrismo, los han convencido incluso de que hay que hablar poco y reemplazar violentamente los discursos por bailes. Y globos, muchos globos, total, Larreta te los infla. Globos de muchos colores para celebrar cual psicóticos que abandonan la lucha presidencial. Baile y color. El tinellismo reciclado. Y lo siento, Gabriela: en un partido que ha optado por el baile como toda forma de comunicación política, no parece haber más lugar para vos. Que pase la que sigue.

El kirchnerismo, los seguidores de Solanas, la izquierda en sus diversos packagings, parecen algo a salvo de estos genios de la publicidad electoral. Al menos por ahora. Tal vez porque todavía tengan algo para decirle a la sociedad. Una verdad, una mentira, una idiotez, pero algo.

Mientras tanto, la confusión que hay enfrente, les ha permitido a las agencias ganancias que imagino exorbitantes. Y que superan por estos días las que producen embaucarnos con autos, gaseosas y pomadas antihemorroidales.

La disolución de la figura de Cobos fue tan veloz que ni siquiera hubo tiempo para que un creativo lo estafara. Aunque sí llegaron a hacerlo con el pobre Sanz. Todavía recordamos aquel hermoso acto en el Gran Rex lanzando una candidatura presidencial que bajaría casi antes de que finalizara el mismo acto. Alguno de estos genios le dijo que Ricardito Alfonsín en los actos se quitaba el saco (de su papá, claro) y que, para diferenciarse, él debía hacer lo contrario. Y allí estaba el hombre, sudando su efímero sueño de primer mandatario. En alguna época existió aquello de “los radicales que no bajan las banderas”. Las tendencias parecen ser ahora algo más tenues: “Los radicales que no se quitan el saco”, por ejemplo.

“Buenas noches, soy Ernesto Sanz y quiero ser presidente”, dijo esa noche. Y un eco tristón le devolvió: “Buenas noches, soy el carisma de Sanz: nací muerto”.

La avanzada de los creativos no siempre pierde elecciones, y en los momentos de mayor degradación ideológica suelen, más bien, ganarlas todas. Aquí y ahora, la tienen que pelear un poco más. Pero no cantemos victoria.

Su último acierto por estas tierras fue el triunfo de un empresario millonario, tatuado y extranjero en la provincia de Buenos Aires. El hombre usó su propia caricatura de Showmatch (obra cumbre de la pobreza conceptual si la hay) para conseguir votos. Asumió de esa forma que todas sus frases de campaña no eran más que jueguitos de palabras intercambiables. Y que aquel “Votame, votate” no tenía mayor peso específico que el “Alica, alicate”. Aunque sí menos gracia.

Mientras las formas de construcción política se impongan sobre los yeites de la mercadotecnia electoral, habrá esperanzas. Cuando eso se termine, qué sé yo: matame, matate, matémonos.

lunes, 23 de mayo de 2011

Dónde Caerse Muerto – 11 *

(Teatro político por entregas. O viceversa)

azaña

Cementerio. Noche. Ricardo se disponía a tener una cena romántica con su novia junto a la tumba de sus padres, cuando el chico del delivery de pizzas, Enguels, le anuncia que las masas se acercan al lugar para iniciar un foco revolucionario y que lo más conveniente sería abandonar el lugar. Ricardo se niega: esta parcela de cementerio que le dejó su padre es todo lo que tiene.

Enguels trae a su superior, Trosqui, para convencerlo. Ante la insistente negativa Trosqui lleva a Ricardo a comparecer ante Pedro Marx. Enguels aprovecha para seducir a Claudia…

Troski vuelve del cónclave convencido de que hay que matar a Ricardo para seguir adelante con el plan revolucionario. Enguels logra convencerlo de que sería más transparente someterlo a un tribunal popular.

El juicio es interrumpido por ruidos amenazantes: disparos, los gritos de las masas y sirenas policiales.

En una elección asamblearia que incluyó el voto mayoritario de la policía, las masas decidieron avanzar. Las llamadas fuerzas del orden reprimieron, tal su habitual proceder.

EPÍLOGO

El suelo está cubierto de cuerpos. Hay cuerpos que cuelgan de los árboles. Hay cabezas segmentadas. Brazos. Piernas. Flota el polvo en el aire. Olor a carne quemada. El resplandor de la luz de un patrullero. Los cuerpos inertes de Trosqui y Enguels yacen entre los otros cuerpos de las masas. Claudia está de rodillas. Tiene en sus brazos el cuerpo de Ricardo muerto. Tose.

CLAUDIA: Supongo que esto será estar muerto. Pero ahora que lo sabés, ya no podés decirme cómo es.

Silencio.

Se escucha la voz de un hombre cantando.

VOZ MASCULINA: Dos extraños son/ los que se miran... / Dos extraños son... /los que suspiran...

Entra un hombre con uniforme de policía. Lleva una carretilla con algunos cuerpos. Canta:

POLICÍA: Somos tú y yo.../ en esta noche azul...

El policía se acerca a Claudia mientras agita su mano para despejar el polvo que flota.

POLICÍA: ¿Era su novio?

CLAUDIA: Eso decía él.

POLICÍA: No tendría que haberse metido con estos tipos. Lo destruyen todo.

Pausa.

POLICÍA: ¿Hay algo que pueda hacer por usted?

CLAUDIA: Ricardo. Quería que lo enterrasen en esa parcela. Junto a sus padres.

POLICÍA: Eso se arregla. No hay problema.

CLAUDIA: Gracias.

POLICÍA: Los padres del occiso están muertos, entonces.

CLAUDIA: Sí. Debe ser una costumbre familiar.

POLICÍA: ¿Y tenía hermanos?

CLAUDIA: Lo único que tenía era a mí.

POLICÍA: Pobre.

CLAUDIA: Nunca tuvo nada. Nada de nada.

Pausa. El policía recorre el lugar pateando los cadáveres.

POLICÍA: El tema es qué hacemos con los otros.

CLAUDIA: ¿Cuáles?

POLICÍA: Con estos. Con todos estos. Van a venir los periodistas en cualquier momento y van a querer saber quién era cada uno. Es tan tedioso.

CLAUDIA: ¿Qué podemos hacer?

POLICÍA: Si usted está de acuerdo, podemos meterlos acá también.

CLAUDIA: ¿En la parcela de Ricardo?

POLICÍA: Sí. Sería muy conveniente.

CLAUDIA: Pero... No van a entrar.

POLICÍA: No se preocupe. Hay suficiente tierra para todos. Además, no los vamos a enterrar así. Podemos quemarlos primero.

CLAUDIA: ¿Le parece? ¿Con este calor?

POLICÍA: Sí. Igual, no creo que nadie reclame por ellos. Estos sujetos no tienen familia, ni hogar, ni orden, ni religión.

CLAUDIA: Por mí está bien. No creo que a Ricardo le moleste. Después de todo, es compañía.

POLICÍA: Claro. Compañía.

En voz alta para afuera.

POLICÍA: Gutiérrez, preparen los lanzallamas.

El policía mira a Claudia.

POLICÍA: Listo. En un rato, acá no pasó nada.

CLAUDIA: Qué bien.

POLICÍA: ¿Y usted?

CLAUDIA: ¿Yo qué?

POLICÍA: ¿Lo quería mucho?

CLAUDIA: No lo sé.

Silencio.

POLICÍA: ¿Quiere que la acerquemos a algún lado?

CLAUDIA: No, gracias. Voy a caminar. Es una linda noche.

POLICÍA: Apúrese entonces: parece que quiere llover.

CLAUDIA: ¿Usted cree?

POLICÍA: Claro. Mire las nubes.

Pausa. Los dos miran el cielo.

CLAUDIA: Las nubes. Qué objetos más útiles, ¿no?

POLICÍA: Supongo que sí. ¿Qué sé yo?

Claudia se toca los ojos.

CLAUDIA: ¿Tiene un pañuelo? Me parece que ya está goteando. Se me mojaron los ojos.

El policía saca un pañuelo de su bolsillo. Lo abre.

POLICÍA: Tome. Llévelo si quiere. Algún día me lo devuelve.

CLAUDIA: Gracias. Usted es un caballero.

Claudia se seca las lágrimas. Apagón.

 

- FIN -

* Dónde caerse muerto está publicado en la antología “Autores en construcción I”, (Libros del Rojas, Editorial Nueva Generación).

miércoles, 18 de mayo de 2011

Dónde Caerse Muerto – 10 *

(Teatro político por entregas. O viceversa)

tumba de krushev

Cementerio. Noche. Ricardo se disponía a tener una cena romántica con su novia junto a la tumba de sus padres, cuando el chico del delivery de pizzas, Enguels, le anuncia que el las masas se acercaban al lugar para iniciar un foco revolucionario y que lo más conveniente sería abandonar el lugar. Ricardo se niega: esta parcela de cementerio que le dejó su padre es todo lo que tiene.

Enguels trae a su superior, Trosqui, para convencerlo. Ante la insistente negativa Trosqui lleva a Ricardo a comparecer ante Pedro Marx. Enguels aprovecha para seducir a Claudia..

Troski vuelve del cónclave convencido de que hay que matar a Ricardo para seguir adelante con el plan revolucionario. Enguels logra convencerlo de que sería más transparente someterlo a un tribunal popular.

El juicio es interrumpido por ruidos amenazantes: disparos, los gritos de las masas y sirenas policiales.

CLAUDIA: ¡Por fin! ¡La policía va salvarnos!

RICARDO: No... La policía viene a buscarme.

Aumentan los disparos. Trosqui le grita a las masas.

TROSQUI: Resistan, compañeros. ¡Resistan!

ENGUELS: ¿Usted cree que podrán resistir?

TROSQUI: Por nuestro bien, espero que sí.

CLAUDIA: No se preocupen... La policía va a ayudarnos.

TROSQUI: La policía va a matarnos, señorita.

CLAUDIA: ¿Le parece? ¿Así nomás? ¿Sin un juicio?

ENGUELS: Ellos no tienen manual de procedimientos.

Disparos. Sirenas. Resplandor de ametralladoras.

ENGUELS: ¿Nosotros tenemos ametralladoras, compañero Trosqui?

TROSQUI: ¿Nosotros?

Trosqui saca su arma.

TROSQUI: Con suerte tenemos cuatro de éstas.

Silencio.

VOZ DE LAS MASAS: ¡Socialismo o muerte!

CLAUDIA: ¿Hay que elegir? ¿Siempre hay que elegir?

Más disparos. Gritos.

RICARDO: No. Parece que ellos deciden por nosotros.

Trosqui le grita a las masas.

TROSQUI: Resistan, compañeros. La utopía está cerca.

Trosqui mira a Enguels.

TROSQUI: Hay que sostenerles la moral.

VOZ DE POLICÍA CON MEGÁFONO: Subversivos. Entréguense. Es necesario que depongan su actitud y abandonen inmediatamente las inmediaciones de la necrópolis.

ENGUELS: ¿Qué dice?

TROSQUI: Que rajen del cementerio.

VOZ DE POLICÍA CON MEGÁFONO: Entreguen sus armas y liberen el acceso...

Trosqui se dirige a las masas.

TROSQUI: Compañeros. No negocien con el aparato represivo del Estado. Permanezcan donde están. Repito. Permanezcan donde están.

Trosqui se hace visera con la mano y busca con la mirada.

TROSQUI: ¿Dónde están?

VOZ DE LAS MASAS: Acá. Detrás de los árboles.

VOZ DE POLICÍA CON MEGÁFONO: Salgan. No tienen alternativa. Entreguen sus armas.

RICARDO: Dígales que se entreguen. No tienen alternativa.

TROSQUI: Fascista hijo de puta: quiere asistir al espectáculo de la derrota del campo popular.

ENGUELS: Me parece que el maldito cerdo burgués tiene razón, compañero. Las masas están acorraladas. No tienen escapatoria. Será mejor que ingresemos en una etapa de reflujo.

TROSQUI: Asqueroso traidor reformista. Estoy harto del reflujo. ¡Odio el reflujo!

ENGUELS: Repugnante burócrata voluntarista: ¿no se da cuenta de que los van a matar a todos?

CLAUDIA: Tanto vivir, tanto vivir... Todos los días viviendo... ¿Al final para qué?

RICARDO: Mi amor, te dije que no te metieras en política.

Enguels mira hacia donde están las masas.

ENGUELS: ¡Miren! Uno de los nuestros avanza hacia la policía.

TROSQUI: Es Marx... Pedro Marx.

RICARDO: Sacó un revólver.

ENGUELS: Les está apuntando.

TROSQUI: Va a dispararles.

RICARDO: Es muy valiente.

Se escucha una extensa ráfaga de ametralladora. Resplandor. Trosqui, Enguels y Ricardo se toman la cabeza.

CLAUDIA: La verdad es que no quiero morir. Pero todavía no sé porqué...

Pausa. Todos miran a Claudia un instante. Miran hacia el lugar del enfrentamiento.

ENGUELS: Ellos no están jugando, compañero. Tenemos que tomar una decisión.

TROSQUI: Nosotros tampoco estamos jugando. ¿Le queda claro?

ENGUELS: ¿Qué piensa hacer? Usted está a cargo del operativo.

TROSQUI: Ni un paso atrás.

ENGUELS: Enloqueció. Esto va a ser una masacre. Si Marx estuviera aquí...

TROSQUI: Pero no está...

La cabeza de un anciano cae arrojada desde el lado en el que están las masas y la policía. Enguels la señala.

ENGUELS: Acá está. Es Marx.

Trosqui toma la cabeza y la mira.

TROSQUI: Asesinos hijos de puta. Lo decapitaron.

CLAUDIA: ¡Pobre hombre! Le cortaron el cuerpo.

Claudia toma la cabeza del viejo y se la lleva. Saca un peine de la cartera y la peina.

VOZ DE LAS MASAS: Compañero Troski...

TROSQUI: ¿Qué?

VOZ DE LAS MASAS: Después de una breve asamblea, las masas hemos decidido entregarnos y pasar a una etapa de autocrítica.

ENGUELS: Muy bien. Acompaño la moción de la Asamblea soberana.

VOZ DE LAS MASAS: A usted nadie le preguntó nada, boludo.

TROSQUI: No, compañeros. Sólo tienen que entrar al cementerio. Una vez adentro, podremos resistir...

RICARDO: No sea ridículo: esto no es Leningrado...

VOZ DE LAS MASAS: ¿Qué es Leningrado?

TROSQUI: No importa. No le hagan caso. Hay que resistir. Les ordeno que avancen hacia el cementerio y cumplamos el plan tal cual había quedado establecido en el último Congreso.

VOZ DE LAS MASAS: ¿Le parece?

ENGUELS: No lo escuchen. Está enceguecido por el poder. Debemos retirarnos en orden.

TROSQUI: Usted no se meta.

RICARDO: Vámonos cada uno a su casa, por favor.

VOZ DE LAS MASAS: Usted no tiene casa.

CLAUDIA: Es verdad, mi amor. Sólo te queda esta parcela.

RICARDO: También me queda el auto.

VOZ DE POLICÍA CON MEGÁFONO: Es robado. Reitero: es robado.

Trosqui a las masas.

TROSQUI: Compañeros, escúchenme bien. Vivimos un momento único en la historia. El destino de la humanidad está en nuestras manos. ¿Con qué cara vamos a mirar a nuestros hijos si abandonamos la lucha?

VOZ DE LAS MASAS: No tenemos hijos.

TROSQUI: Compañeros: Toda la historia de la sociedad humana, hasta la actualidad, es una historia de luchas de clases. Libres y esclavos, patricios y plebeyos, barones y siervos de la gleba, maestros y oficiales; en una palabra, opresores y oprimidos, frente a frente siempre, empeñados en una lucha ininterrumpida, velada unas veces, y otras franca y abierta, en una lucha que conduce en cada etapa a la transformación revolucionaria de todo el régimen social o al exterminio de ambas clases beligerantes. En los tiempos históricos nos encontramos a la sociedad dividida casi por doquier en una serie de estamentos...

RICARDO: Perdón, ¿nos va a recitar todo el Manifiesto Comunista?

TROSQUI: ¿El qué? ¿De qué habla? No me interrumpa... Estoy improvisando. ¿Por dónde iba?

CLAUDIA: Por la parte en que nos encontramos a la sociedad dividida casi por doquier en una serie de estamentos...

TROSQUI: Eso, ya me acordé: en los tiempos históricos nos encontramos a la sociedad dividida...

VOZ DE LAS MASAS: Vaya al grano, Trosqui.

VOZ DE POLICÍA CON MEGÁFONO: Eso. No tenemos todo el día.

TROSQUI: Compañeros, ingresen al cementerio que juntos vamos a resistir a la represión desde aquí.

ENGUELS: No, compañeros. Reflexionen. Las relaciones de fuerza son desfavorables.

RICARDO: Que se maten de una vez y se dejen de joder... No soporto más esta situación.

Pausa.

TROSQUI: ¿Qué van a hacer? Contesten.

VOZ DE LAS MASAS: Estamos esperando que se pronuncie la señorita.

CLAUDIA: Es que yo no sé. Es la primera revolución a la que vengo.

VOZ DE LAS MASAS: ¿Cómo debemos considerar ese voto? ¿Es una abstención?

TROSQUI: Me temo que sí. Por lo que ganamos 2 a 1...

ENGUELS: No se apresure. Deben votar todos.

TROSQUI: Usted y sus putos procedimientos. ¡Muy bien! Los que estén por el ataque que levanten la mano.

Trosqui y Ricardo levantan la mano.

TROSQUI: ¿Vio? Con la abstención de la chica es 2 a 1.

ENGUELS: ¡Pero tienen que votar ellos!

Trosqui se dirige a las masas.

TROSQUI: Está bien. Voten. Voten, compañeros.

Trosqui mueve sus manos señalando para diferentes lugares de un modo impreciso.

TROSQUI: Si no me equivoco es 15 a 5.

ENGUELS: ¿Cómo hace para contar los votos desde acá?

TROSQUI: Si quiere puede ir usted con una urna.

VOZ DE POLICÍA CON MEGÁFONO: ¿Y nosotros?

Trosqui a la policía.

TROSQUI: El aparato represivo del Estado no vota.

VOZ DE POLICÍA CON MEGÁFONO: Pero ya lo hicimos... Aquí ganó la moción del ataque. 700 a 247... Y 5 mil abstenciones.

TROSQUI: Una victoria arrasadora, Enguels.

ENGUELS: El pueblo ha hablado.

TROSQUI: ¡Compañeros! Llegó la hora de respetar la voluntad popular: ¡Al ataque!

VOZ DE LAS MASAS: Avancemos... Avancemos... Hasta la victoria siempre.

VOZ DE POLICÍA CON MEGÁFONO: ¡Repriman! ¡Repriman!

Gases. Sirenas. Ruido de ametralladoras. Resplandor de explosiones. Gritos de dolor. Oscuridad.

(Continuará)

* Dónde caerse muerto está publicado en la antología “Autores en construcción I”, (Libros del Rojas, Editorial Nueva Generación).

lunes, 9 de mayo de 2011

Dónde Caerse Muerto – 9 *

(Teatro político por entregas. O viceversa)

stalin y lenin deads

Cementerio. Noche. Ricardo se disponía a tener una cena romántica con su novia junto a la tumba de sus padres, cuando el chico del delivery de pizzas, Enguels, le anuncia que el las masas se acercaban al lugar para iniciar un foco revolucionario y que lo más conveniente sería abandonar el lugar. Ricardo se niega: esta parcela de cementerio que le dejó su padre es todo lo que tiene.

Enguels trae a su superior, Trosqui, para convencerlo. Ante la insistente negativa, Trosqui lleva a Ricardo a comparecer ante Pedro Marx. Enguels aprovecha para seducir a Claudia..

Troski vuelve del cónclave convencido de que hay que matar a Ricardo para seguir adelante con el plan revolucionario. Enguels logra convencerlo de que sería más transparente someterlo a un tribunal popular.

Trosqui es el Juez, Claudia la testigo de la fiscalía y Enguels el Fiscal.

Tras la lectura de la dura acusación contra Ricardo, Trosqui llama a un cuarto intermedio para ir al baño.

RICARDO: Claudia.

CLAUDIA: Sí.

Ricardo señala a Enguels.

RICARDO: Me gustaría hablar con él a solas.

CLAUDIA: ¿Qué hago? ¿Me muero?

RICARDO: No hace falta. ¿Podrías ir a dar una vuelta?

ENGUELS: De ninguna manera. Vos te quedás acá.

RICARDO: Usted no le da órdenes. Ella es mi novia.

ENGUELS: Eso está por verse.

RICARDO: ¿Qué dice? ¿Qué dice este tipo, Claudia?

CLAUDIA: Dice que "Eso está por verse", si mal no recuerdo.

RICARDO: Necesito una explicación.

Enguels señala a Ricardo.

ENGUELS: Claudia, creo que necesito hablar a solas con Ricardo.

CLAUDIA: ¿Qué hago? ¿Me muero?

ENGUELS: No hace falta. ¿Podrías ir a dar una vuelta?

RICARDO: De ninguna manera. Vos te quedás acá.

CLAUDIA: ¿Por qué no se ponen de acuerdo?

ENGUELS: A ver: usted, ¿de qué quiere hablar?

RICARDO: Quiero negociar.

ENGUELS: Quiere que abramos una instancia extrajudicial.

CLAUDIA: No, quiere negociar.

ENGUELS: Negociemos

Pausa.

ENGUELS: Empiece. Usted es el que quiere negociar.

RICARDO: Quiero saber qué va a pasar con ella cuando yo muera.

CLAUDIA: Qué tierno.

RICARDO: No quisiera que vaya a quedarse con usted.

ENGUELS: Me temo que eso dependerá de una decisión de Claudia.

CLAUDIA: Yo... No...

RICARDO: Quiero que vivamos los dos.

CLAUDIA: Qué amor.

ENGUELS: Me temo que usted va a morir.

RICARDO: Entonces quiero que nos maten a los dos.

CLAUDIA: Qué tierno. Pero yo no quiero morir. No estoy lista para un viaje tan largo. No traje ropa, nada. Y estos zapatos. Tan incómodos.

RICARDO: Pensalo, mi amor. Podríamos compartir para siempre nuestra parcela.

ENGUELS: También podrías vivir y compartir conmigo un mundo sin clases sociales, sin fronteras, sin injusticias. Un mundo donde el hombre ya no sea esclavo del hombre y donde todos nuestros sueños se hagan realidad.

CLAUDIA: Lo de la parcela es muy tentador. ¿Tengo que decidirme ahora?

Entra Trosqui subiéndose el cierre y secándose las manos en el pantalón. Se ríe.

TROSQUI: ¿Alguno de ustedes saben quién fue Joaquín Gutiérrez de Anchorena? Parece que fue importante el hijo de puta.

RICARDO: Fue un empresario de...

Trosqui se ríe a carcajadas.

ENGUELS: ¿Qué pasó?

RICARDO: ¿Cuál es la gracia?

TROSQUI: Le meé la tumba al hijo de puta... ¡Viva la revolución!

ENGUELS: Trosqui, eso no está bien. Es un exceso

RICARDO: ¿Un exceso? Ustedes van a matarme. ¡Eso es un exceso!

ENGUELS: Es distinto. Hay motivos.

TROSQUI: También hay motivos para mear las tumbas de los oligarcas. Usted no sabe nada, compañero... Es muy joven. Tiene mucho menos años de resentimiento que yo. No sabe lo que es haber tolerado a estos explotadores cajetillas toda la vida... Años y años cagándonos... ¿Quién pude culparme de haberlo meado?

ENGUELS: Eso no conduce a nada.

TROSQUI: ¿Y qué? ¿Todo debe servir para algo acaso?

CLAUDIA: Por supuesto. Hasta las nubes sirven para algo. Las nubes son objetos muy útiles.

RICARDO: Claudia, no te metas en política.

ENGUELS: Déjela que diga lo que quiera. Estamos construyendo una democracia verdadera en la que todos podrán expresarse libremente.

RICARDO: Pero...

TROSQUI: ¡Cállese, maldito desgraciado, o lo matamos!

Se escuchan disparos. Todos miran hacia el lugar de donde vienen los disparos.

RICARDO: Son ellos... Vienen por nosotros... Es el fin... ¡El fin!

ENGUELS: Las masas se impacientan, Trosqui. Debemos resolver esta situación de una vez por todas.

TROSQUI: Me parece que es algo peor, compañero.

Se escuchan sirenas.

ENGUELS: ¡La policía! ¡Llegó la policía!

(Continuará) 

* Dónde caerse muerto está publicado en la antología “Autores en construcción I”, (Libros del Rojas, Editorial Nueva Generación).

domingo, 1 de mayo de 2011

El largo adiós

ruta3

Imposible negar lo malo. De dónde salen si no todos aquellos personajes sobre los que escribo todo el tiempo. Esa secuencia interminable de padres asesinados o muertos. Esos progenitores locos, escapistas, siempre ausentes, siempre emocionalmente inútiles.

Imposible negarlo. Pero para qué abundar ahora acerca de lo que está siempre.

Mejor es evocar los pequeños aportes a cierta felicidad de la infancia. Haber remontado juntos el barrilete con la cara del Zorro, o hecho funcionar ese trencito eléctrico de la era de piedra. Las tardes de domingo en el viejo cine Los Angeles. El mozo del Tropezón que nos trae la milanesa de pollo con papas fritas sin que se la tuviéramos ya que pedir. Y no mucho más. Una felicidad tan fugaz que quedó escondida años en la consabida montaña de errores.

Admirador de los personajes apasionados, debo reconocerle el haber alimentado dos pasiones inclaudicables. Para mi gusto, absurdas. Pero pasiones al fin, de las que no sobran hoy por hoy. Una, esa forma psicótica de religión. Otra, su amor por una mujer difícil de presentar. Esas pasiones lo impulsaron todos estos años. Y lo llevaron, tal vez, hasta donde yace hoy. Con el féretro de ella debajo del suyo. Y con una cruz arriba de ambos. Atrapado para siempre entre ella y la cruz. Llámenlo coherencia o destino. Yo prefiero el término “ironía” para describir estos asuntos. La maldita ironía.

Vivió escapando. De los hijos, de las deudas, de los enemigos reales e imaginarios. Finalmente, sospecho, de la cordura. Tanto que debí aprender a transitar rutas cuya existencia desconocía cada vez que quise verlo. Muy cada tanto, como era la costumbre. El casi nunca de siempre.

El fin de semana pasado fue la última vez. A 600 kilómetros de casa. En las afueras de un lugar ya de por sí distante. Lejos en un lugar lejos.

Apenas algunas horas para pagar los gastos y rescatar algunos objetos que vayan a recordarme a aquel hombre esquivo y errante.

Le desarmo la biblioteca y encuentro un solo libro de ficción. The long goodye de Chandler. Se lo había regalado como uno de los últimos esfuerzos por compartir algo. Y allí estaba, nuevo y asfixiado entre decenas de biblias y manuales de autoayuda para la lucha contra el mal. Lo meto en el bolso pensando que de alguna manera lo intenté.

Parado frente al triste montículo de tierra removida, con esa crucecita pintada que ni siquiera tiene aún su nombre, lo despido, como lo hice tantas veces. Esta vez sin ira. A veces sólo queda lugar para la tristeza. Por lo perdido y por lo que nunca fue. Y apenas una hendija para ver cómo se me escapa un deseo: ojalá, viejo, sea cierto aquello de dios.